top of page

El amor

  • 24 ene 2020
  • 3 Min. de lectura

Yo tenía diez años y en la radio del auto de mi papá cantaba Leo Dan, “ayyy amoooor divino pronto tienes que volveeeer a mí”. Ese día los conocí, a Leo Dan y a Toño.

Mi papá tenía un lado aventurero que yo aprendí a replicar con mis hijos, en esa faceta, él era capaz de inventar un viaje en un día cualquiera. Él compraba queso, salami, aceitunas, nueces y crema de banano, invitaba a un amigo e iniciaba el viaje cuyo destino conocía solo él, yo aprendí a llevar una pequeña maleta con pijama, ropa y cepillo de dientes por si había que quedarse.


Aquel día el destino fue la quinta de un amigo suyo cerca de Guayaquil. Durante el viaje mi papá cantaba, fue así como conocí a varios cantantes de su época que tarareo hasta hoy, en esos días no había headphones, bluetooth ni teléfonos inteligentes con megas. A mí me divertía aprenderme la música, cantar, escuchar sus anécdotas y pedir deseos mientras levantaba mis piernas y brazos al pasar por una riel de tren.


Recuerdo que llegamos en la noche y a pesar de que corría algo de brisa en aquel lugar bordeado por un río, mis cachetes rojos y los granos rojos de mis piernas delataban mi serranisno. En las fincas de la Costa existen una especie de cabañas redondas hechas con bambú, totalmente abiertas que tienen hamacas y asientos acomodados en todo el círculo, ahí mi papá junto a sus amigos entonaban “cuando la tarde languidece renacen las sombras“.

Yo me mecía una y otra vez en una hamaca, envuelta con lo que quedaba de tela para que no me piquen más mosquitos, de repente alguien detuvo mi hamaca, asomé mis ojos por un hueco hecho a propósito y lo vi, era Toño. En lenguaje costeño me dijo -Hola soy Toño tú ¿quién eres?-, me quedé sin habla porque sólo atinaba a ver sus enormes ojos color miel y su corte hongo muy a la moda, el corazón me latía. Me preguntó de nuevo, -¿Cómo te llamas?—, le contesté bajito, -Carmen, mi papá está cantando ahí-, él me dijo -Aaaaaahhh son los serranos-. Nos hicimos amigos, y aquellos fueron los dos días más perfectos de mis diez años de vida, jugamos, corrimos, saltamos, comimos y cantamos. Creo que lo vi un par de veces más pero nunca fue igual. Cuando me subí al carro y me despedí moviendo la mano, sentí que quería llorar, lo hice. Me imagino que ese fue mi primer pequeño amor.


Luego de ese tuve un par de enamoramientos platónicos uno de ellos era un cajero del Supermaxi, iba a su caja para que me viera, yo tenía catorce y creo que él superaba los diez y nueve, me conformaba con que me dijera “fue un placer atenderte”. Más adelante cuando ya trabajaba tuve un amor muy bonito que murió en un accidente.


Como buena escritora, me imaginaba que a mi vida llegaba un príncipe en un corcel blanco me subía a su lado y cabalgábamos juntos por bosques y montañas.


Creo que esas mariposas del estómago que son casi un tipo de vacío que sube a la garganta, a las mejillas y sale por los ojos, es un enamoramiento que se conecta como una especie de iman. Si luego de ese primer contacto común, se crea un vínculo y el lazo se hace fuerte, puede ser amor.


El primer gran amor debe ser a uno mismo, de lo contrario el amor que se entregue a alguien quedará incompleto, faltará esa parte para que sea entero y engrandezca el alma compartida. El amor se comparte, siente, construye, decide. No creo en recetas ni especialidades, creo que el amor es libertad y respeto que nacen y empiezan con uno.

El amor es gratitud hacia el ser amado una tan real que es capaz de dejarlo ir para que sea feliz.

El amor a veces parece egoísta pero en realidad utiliza ese recurso para ser menos frágil porque si no fluye nos roba el aliento.El amor es uno solo aunque se manifieste de muchas formas. El amor suelta y sonríe.


Hace veinte y tres años le dije sí a mi compañero de vida, enamorada, llena de amor y sueños, de aquella decisión nacieron mis hijos, mis grandes amores, el verdadero amor viene disfrazado de hijos para que aprendamos a sentirlo. Los días pasan y la casa a veces se escucha más vacía pero las horas y minutos vividos se quedan para siempre. El futuro y su incertidumbre nos juega malas y buenas pasadas, se presenta como es y uno debe vivirlo.

Soy feliz, siento amor y mucho. Hoy me he abrazado, he festejado un año más de aprendizaje y gratitud hacia el amor mismo, ese que nos permite ser felices a pesar de que elijamos nuestro propio camino.


@lacarmenirene







Comments


bottom of page